CALIBRE POLÍTICO | COLUMNA

RATAS. – Una rata en la cocina de un hospital no es sólo una anécdota desagradable: es el retrato grotesco del abandono. Esta semana, personal del Hospital General de Parral “documentó”, por llamarle de alguna forma a la videograbación, la presencia de roedores entre los utensilios de cocina. No es metáfora, aunque bien podría serlo. El símbolo es brutal: allí donde se supone debe haber higiene, nutrición y cuidado, campea la plaga.
INDIGNANTE. – Este episodio indignante podría parecer una falla puntual si no fuera porque se suma a una cadena de descomposición institucional que lleva años sin atenderse. En realidad, las ratas —literal y figuradamente— han estado presentes desde hace tiempo. No solo las de cuatro patas.
DETERIORO. – El Hospital General de Parral ha sido escenario de múltiples denuncias: quirófanos inservibles, techos con goteras, elevadores averiados, filtraciones en oficinas administrativas, y un desabasto crónico de medicamentos e insumos básicos como gasas, guantes o soluciones intravenosas. A principios de este 2025, el personal médico y de enfermería reportó “repisas vacías” en la farmacia interna y salas de hospitalización. Los pacientes, muchos de ellos sin recursos, deben conseguir sus tratamientos por cuenta propia o no recibirlos del todo. Es, pues, un deterioro muy bien documentado y muy ignorado.
SIMULACIONES. – En los últimos años, las imágenes de quirófanos oxidados, lámparas fundidas, pisos agrietados y camillas deterioradas no han faltado en medios y redes. Una muestra clara de que, mientras se gasta en infraestructura nueva o en simulaciones, los hospitales que deberían atender a la población más vulnerable se hunden por desidia.
CRISIS. – A la crisis operativa se suma un problema igualmente grave pero menos visible: el administrativo. Durante al menos tres años, trabajadores del hospital han denunciado la existencia de una red de nepotismo encabezada por personal de la dirección de Recursos Humanos, que habría favorecido la contratación de familiares y amigos sin experiencia médica, desplazando a verdaderos especialistas.
FAVORITISMOS. – Esta red de favoritismos no sólo degrada la ética institucional, sino que ha tenido consecuencias directas en la atención médica. En varias etapas, el nosocomio ha operado sin pediatra, sin anestesiólogo o sin médicos internistas, obligando a cancelar cirugías o trasladar pacientes a otras ciudades.
CORRUPCIÓN. – En octubre de 2023 estalló un escándalo que confirmó lo que muchos ya sospechaban: se documentó la compra de medicamentos a una “clínica” sin licencia, por más de 430 mil pesos. Las facturas, firmadas por personal de la Jurisdicción Sanitaria III (de la cual depende el hospital), estaban dirigidas a una empresa fantasma. Hasta hoy, no se ha sancionado a ningún responsable. El patrón se repite: denuncias que no escalan, investigaciones que se diluyen, y autoridades que optan por cambiar de director como si eso bastara para desinfectar una estructura podrida.
BOTONES. – Dicen que para muestra basta un botón, pero contamos con información que nos da para más de uno. Por ejemplo, nos cuentan que el encargado de la flotilla de vehículos de la Jurisdicción, Eloy Hernández Chávez, dio de alta como proveedor de reparaciones mecánicas a un taller que factura a nombre de la esposa, pero el asunto, de por sí escandaloso, no para ahí, ya que es él quien le mete mano a los automotores -porque es mecánico – y luego cobra a través de su pareja sentimental. La irregular situación con tufo a conflicto de intereses lleva, al menos, dos años así y como diría Jaime Maussan: ¡Nadie hace nada!
AIRE. – Tampoco pasa nada con las quejas del personal de los dispensarios por las condiciones en las que trabajan, soportando el calorón porque no hay recursos para reparar los equipos de aire acondicionado, cuyas bombas no funcionan y tienen un costo estimado de alrededor de 400 pesos cada una, pero para la remodelación de la oficina del director de la Jurisdicción Sanitaria III, Omar Ruiz, sí hubo dinero ¡y hasta de sobra!
DESABASTO. – Las recetas incompletas ha sido -y sigue siendo- una constante, con un desabasto de medicinas de alrededor del 70 por ciento, pero eso parece no preocuparle a Omar Ruiz, mientras tenga combustible a su disposición para utilizar un vehículo oficial para desplazarse como si fuera propio, incluyendo fines de semana, días festivos y horarios inhábiles. ¿Será por eso que no lo ha rotulado con logotipos y números económicos?
RESPONSABILIDAD. – Pero, ¿quién responde? La responsabilidad recae tanto en el Gobierno del Estado como en la Secretaría de Salud y sus órganos desconcentrados. El Hospital General de Parral es el principal centro médico de la región sur de Chihuahua, incluyendo, por supuesto, la sierra y hasta del norte de Durango. Miles de personas de escasos recursos dependen de él. Su deterioro no es una anécdota: es una tragedia pública.
COCINA. – Las ratas en la cocina son apenas el síntoma visible de un hospital desahuciado. Y aunque es muy grave, tal vez podría ser el menor de los problemas, y lo que ocurre tras sus paredes no debería ser normalizado, y si no se atiende la raíz —el desvío de recursos, la ausencia de supervisión, el clientelismo interno, los privilegios para unos cuantos—, no habrá remodelación que alcance.
PLAGA. – Porque sí: se pueden cambiar las lámparas y pintar las paredes. Pero si siguen mandando los mismos de siempre, la plaga de ratas volverá, y no solo a la cocina, sino a consultorios y oficinas. Aunque no siempre sean tan fáciles de ver, menos si se disfrazan con batas o trajes sastre y corbata.